martes, 1 de agosto de 2006

Mi habitación

Mi habitación es una pequeña fortaleza de puertas abiertas, en donde paso poco tiempo. A la entrada, un ángel azul te recibe con una mirada perdida en el firmamento; sobre él, dos flores de metal entrecruzadas como si fueran un sello que cerraran el lugar.

La puerta se abre y en el espacio, el azul reflejo de los muros contrasta con el color ocre del piso y del techo. Sobre ese suelo aparecen los muebles y demás objetos que pareciesen flotar en el medio del espacio. En el dintel de la puerta una diosa musita sus sonrisas, tal vez tentando al visitante a perderse en su cielo estrellado. Hacia la derecha un 愛している escrito en negro sobre papel blanco evoca en mí esos días en los que aprendía un poco a leer en ese entonces extrañas grafías hechas por espadas y pinceles.

Aparece entonces el espejo de 1 por .60 mts, que mas allá de reflejar mi imagen, refleja sentimientos, dudas y frustraciones escritos con marcador en varias ocasiones de desespero...es curioso, a veces tengo que esquivar palabras para poder ver mi rostro.

Anime en las paredes, la colección de flores de papel regalada por amigos, reguero indefinible en el piso, tal vez algunas revistas y un poco de papel.

Entonces, se abre la ventana hacia el oriente y luego de superar el primer plano de la terraza de mi vecino, los cerros se dibujan entre la niebla o el sol; en ocasiones parecen solo una silueta, en otras es posible ver las profundidades de los valles y bosques, en otras, solo se percibe el verde grisáceo moteado de la vegetación. Al frente de este cuadro móvil, aparecen mis estrellas canicoazuladas flotantes y en medio de ellas un aeroplano nacido de un huevo...de chocolate. Ya a nivel terrenal está la mesa, que fuese hogar de pensamientos violetas de amores y tristezas hace tan sólo unos meses, muchos meses tal vez, pero que desde mi cama en el otro extremo de la habitación, contemplo la silueta de su ausencia. Pequeña matita tonta, por qué te dejaste morir frente al ataque del pulgón? Extraño abonarte, regarte y limpiar tus delicadas hojas mientras me hacías muecas con tus brillantes flores.

En la esquina sur oriental aparece la mesa compañera de desvelos, superficie en la que apoyé sueños e ideas locas, testigo y víctima de uno de mis rituales mas extraños: limpieza de vidrio que incluía afinada de los nylons que tensaban la regla paralela. Hoy algo adormecida, guarda en su vidrio teléfonos, kanjis, un dragón, una biblioteca para un centro cultural, un poema a la noche, la fachada de una iglesia colonial y no se que mas cosas dibujadas en su superficie junto a una cantidad indescifrable de miga de borrador.La acompaña incansablemente, una silla alta rotatoria en la que no me sentía cómoda pero que a las visitas se les convirtió en favorita.

Como una nube azul y muy abullonada aparece mi cama, en donde los estragos de un rapidógrafo mal tapado dejaron su huella. Un cojín regalado por mi hermana duerme a mi lado izquierdo, como si su sola precencia generara la mas cálida compañía nocturna. Es mi cama mi escritorio favorito, en donde he hecho planas, planos, maquetas, textos y una que otra travesura. Bajo su colchón varios años se apilan en forma de almanaque y mas abajo, en el piso, de vez en cuando se ubican todos mis zapatos, no siempre pares, y una que otra media mal sacada en el nocturno recorrido al final del día.

De mes en cuando, entra en mi habitación mi visitante favorito, se posa en el suelo y su claro reflejo inunda el piso, resplandece en las canicas, refracta en el espejo, ilumina la mesa, para finalmente llegar a mi cama como suave caricia de buenas noches.