La vida sabe como te organiza las situaciones que vives. No es antes ni después, ni cuando quieras, las cosas solo pasan cuando han de pasar y es la sabiduría de cada quien sacarle provecho o dejarlo pasar.
Hoy, increiblemente y luego del sentimiento de soledad que embargaba mi anterior entrada, me siento resplandeciente, llena de alegría y muy pero muy feliz. Y es que el destino puso en mi camino a una persona hace mas de doce años, y solo hasta ahora entiendo el por qué. Desde hace doce años, conocido solamente como el amigo de mi amigo, encuentros fortuitos en fiestas, ferias y una que otra actividad ñoña solo eran eso, encuentros de no mas de diez minutos donde el gusto de vernos era reconfortante, pero luego del evento poca o ninguna interacción sucedia, cada uno construyendo por su lado su historia.
Hasta ahora, cuando el destino quiso que nos vieramos nuestros diez minutos habituales pero esta vez, con una pequeña y prometedora oportunidad de reencuentro.Y curiosamente ese reencuentro fue, nuevamente, fortuito y de diez minutos, pero con una promesa de vernos esta vez, con la intensión de compartir algo mío. Aun no era tiempo, sinembargo el destino me lo puso en primera fila, imposible de esquivar desde un escenario. Y bueno, con un empujoncito -porque el destino te muestra pero no te hace-, una salida y un encuentro de mas de diez minutos se dio, y pese a mis miedos y soledades acumuladas, su compañía, su sonrisa e incluso sus temores disiparon mis nubarrones permitiendome volver a mi, encontrarme y darme la seguridad para tomar su mano y caminar junto a él.
Mis converse morados encontraron compañía en unos converse verdes, donde lo árabe y lo irlandés conjugan nuestros espíritus, con kanjis y grullas que dibujan sonrisas en caminos surcados por dados de multiples caras.
Para mi Monito, de su Morita.